miércoles, 28 de enero de 2009

Japón, una lección para Obama

Durante varias décadas, posteriores a la segunda guerra mundial, Japón creció espectacularmente a tasas promedio del 10%, lo que llevó a este país, ya a finales de la década de los sesentas, a ser considerado una nación desarrollada. ¿Cuál fue la clave del éxito de Japón? No hay misterio, la razón fue el reconocimiento de la propiedad privada, amplias inversiones y una política agresiva en materia de formación de capital humano.

¿Cuál fue entonces la causa del inicio de la terminación del boom japonés? Muchos analistas y académicos aún creen que como se trata de una nación que alcanzó el desarrollo económico, entonces el mayor stock de capital empieza a presentar rendimientos decrecientes, lo que le pega al crecimiento económico. Si revisamos la historia reciente de Japón, veremos que esto no es cierto.

La historia del capitalismo japonés debería ser seguida muy cercanamente por el Presidente Obama, para entender que la principal causa del fracaso económico-o en su caso las bajas tasas de crecimiento económico- son resultado de la interferencia estatal, que vía subsidios y gasto público deficitario intenta “planificar” el desarrollo económico.

La realidad es que aunque en Japón prevalece la propiedad privada, el sistema de precios jamás ha funcionado adecuadamente, pues ha sido interferido durante muchos años por el gobierno.

El primer precio intervenido fue el de las tasas de interés, que durante los años ochentas del siglo XX, y vía políticas monetarias expansivas (como las de EU a inicios de este siglo), crearon un ambiente de crecimiento artificial, no basado en los consumidores, sino en las inyecciones crecientes de dinero del banco central para “estimular” la demanda agregada (ah, como me recuerda esta frase a Calderón). La borrachera económica acabó a finales de los ochentas y los años noventas del siglo pasado significaron una espantosa resaca que implicó estancamiento económico profundo para Japón.

Los consumidores japoneses siempre han jugado un papel marginal en la asignación de recursos. En Japón el libre sistema de precios nunca ha sido relevante en la asignación de recursos entre consumo e inversión. La economía japonesa fue la última en desafiar las leyes del mercado y creer en la planificación, para lo que contaban con muchos más planificadores que los países socialistas. Pero el resultado estaba decidido de antemano. Sin un sistema de precios, incluido por supuesto el precio del dinero y del yen, no se puede saber qué ahorrar, qué invertir y cuándo hacerlo.

Durante diez años el gobierno japonés se ha negado a aceptar que su problema es el agotamiento de un sistema planificado y la ausencia de un sistema de precios libres y ha pretendido resolver la depresión con bajos tipos de interés y gasto público. En Japón el sistema empresarial-conglomerados poderosos- siempre han estado de la mano del gobierno, que vía su ministerio de economía, deciden la asignación de recursos. A esto hay que sumarle la corrupción descubierta hace unos años entre funcionarios del gobierno y banqueros para hacerse “autopréstamos,” lo que implicó que el sistema financiero japonés se cimbrara y le pegara a ahorradores y al crecimiento económico.

El resultado ha sido una catástrofe, porque a la crisis inicial hay que sumar la fiscal. De tener unas finanzas públicas ejemplares, la deuda pública japonesa ha pasado a representar el 130% del PIB, sin que nada permita suponer que el estado de las finanzas públicas vaya a mejorar.

La razón de por qué el gasto público japonés (con déficits públicos en torno al 8% del PIB anuales) no ha funcionado es la respuesta de las familias y consumidores, que no se creen la política económica del gobierno, que saben que el conglomerado gobierno-grupos empresariales-bancos-empresas industriales y de servicios sigue vivo y distorsiona la toma de decisiones y que, por tanto, la crisis financiera es inevitable. Ello se traduce en empresas privadas que no invierten y, sobre todo, en consumidores desconfiados que no quieren gastar.

El nuevo Presidente estadounidense-por lo menos en el discurso- planea sacar del hoyo a la economía de EU vía el gasto público. Planea “crear” tres millones de empleos vía mayor endeudamiento. ¿El cómplice? La reserva Federal (FED). Con el keynesianismo de Bernanke, la FED no dudará en seguir emitiendo dólares, sin respaldo alguno, para proseguir comprando bonos del Tesoro. Ello es mejor camino hacia la hiperinflación y derrumbe del dólar.

La lección de Japón indica que ante finanzas públicas deficitarias y un endeudamiento alto acompañado de política monetaria acomodaticia (probablemente con la crisis, y de persistir el plan de Obama de mayor gasto público, la deuda estadounidense podría acercarse peligrosamente al 100% del PIB), no funciona como estrategia para la recuperación de las economías.

Al principio de la década de los setenta, ni los gobernantes ni la mayoría de los economistas preveían la gravedad de la crisis económica de EU; tampoco se podía conocer con certeza que la crisis se manifestaría de manera diferente a las del pasado. La excepción fue Milton Friedman con su famoso discurso en la Asociación de Economistas de Estados Unidos en diciembre de 1967, en donde predijo que si se continuaba usando la política monetaria para promover el pleno empleo, el resultado sería una inflación más alta, y no descendería la tasa de desempleo, es decir, al final se tendría más inflación y desempleo (estanflación). El tiempo le dio la razón a Friedman, y la consecuencia fue la terrible estanflación de la era Carter.

Al igual que Freidman, quien esto escribe no es mago ni brujo, simplemente un seguidor y aprendiz de historia económica. Si Obama y sus asesores económicos ignoran la historia, entonces seguro se repetirán los mismos errores de Carter (aunque yo me temo que podría ser más grave, pero es mi apreciación personal). Aquí lo terrible es que para el mundo esto también se traduce en pobre crecimiento económico, lo que puede llevar al regreso y/o consolidación de los mesianismos como el de Chávez, Castro y Morales.

En esta crisis la estrategia ha sido seguir la receta de economistas keynesianos como Krugman y Stiglitz. La historia demuestra que estas no funcionan. Sin embargo, a los gobiernos-entre ellos el de Calderón- les fascina creer que pueden nadar contra el mercado. Craso e ingenuo error.

Japón y la era Carter son evidencia que Obama no debe desdeñar. La estrategia correcta debe ser menos Gobierno, más ahorro y más producción que son las recetas correctas para salir de la crisis. Sin embargo, los planes de Obama van en la dirección contraria: más gasto público y endeudamiento, cuando la economía estadounidense sufre un exceso de ambos.

Si Obama perisite en su plan, entonces el extraordinario hecho de ser el primer presidente estadounidense negro, será lo que menos recuerde-y quiera recordar- EU y el mundo.

martes, 6 de enero de 2009

La expoliación monetaria

Un banco central tiene dos caminos para estimular la demanda agregada (la demanda de todos los agentes económicos a un nivel determinado de precios).

Uno de ellos es mediante la inyección de liquidez (compra de bonos); también puede hacerlo vía aumentos en el crédito interno neto a los bancos comerciales y al gobierno; y finalmente, puede comprar acciones de bancos en problemas, lo que también alimenta la liquidez. La segunda forma es alterar la llamada preferencia de la liquidez del público y ello es posible mediante rebajas en la tasa de referencia (no confundirla con la tasa de mercado que cobran los bancos comerciales; esta es un instrumento de política monetaria que en teoría varía en función del ciclo económico).

La Reserva Federal, el banco central norteamericano (la FED), ha intervenido en esta crisis financiera en el mercado de dinero haciendo una combinación de las formas arriba señaladas. A veces ha inyectado dinero directamente (vía operaciones de mercado abierto), a veces ha comprado acciones como lo hizo con City Group, a veces ha abierto líneas de crédito al gobierno (le compra bonos del tesoro) ó apoya financieramente a entidades patrocinadas por el mismo como las sociedades hipotecarias Freddie Mac y Fanny Mae, y por último, en los últimos meses ha instrumentado una política agresiva de rebaja en la tasa de referencia (el precio del crédito que la FED le cobra a los bancos comerciales para dotarlos de liquidez y con ello puedan realizar sus operaciones con normalidad)

Cuando un banco central abusa, e inunda de moneda a una economía, el resultado es inflación (lo que expolia a los consumidores), la cual se explica por aumentos constantes en la demanda agregada ocasionados por el exceso de liquidez. Aquí la evidencia es contundente. Me sorprende que aún haya algunos economistas que duden de esta causalidad. Me sorprende que haya economistas que nieguen la expoliación monetaria que los bancos centrales hacen sobre los consumidores.

¿Por qué Bernanke ha abusado de la política monetaria expansiva y aparentemente no hay secuelas inflacionarias? Sencillo, estamos hablando estrictamente de efectos de corto plazo. La caída en el precio del petróleo y de los de los granos, así como el endeudamiento y la desconfianza del consumidor norteamericano promedio, ha contenido a la demanda agregada. Pero cuidado, esto es sólo temporal.

Algunos economistas deben actualizarse (ó al menos desempolvar sus libros de teoría monetaria) y no olvidar que los mecanismos de transmisión de la política monetaria (los efectos de la misma sobre la demanda agregada), además de ser complejos, llevan varios meses antes de que comiencen a sentirse. Por tanto, la aparente “deflación” en la economía norteamericana es no sólo pequeña, sino sobretodo pasajera y se invertirá a mediados del año que viene, pues la gente tendrá más medios de pago en sus manos (en un contexto en donde el PIB está cayendo), lo que hace imposible la existencia de una verdadera y peligrosa deflación como sucedió en los años veinte del siglo pasado.

Los economistas como Bernanke, y los neokeynesianos que le acompañan, son soberbios y creen que un burócrata iluminado puede mover al antojo las verdaderas preferencias de la liquides del público, creen que pueden artificialmente fijar el nivel real de las tasas de interés. Les falta estudiar un poco más de economía política e historia económica y dejar de abusar de la teoría económica de librito de texto, en donde es bien fácil manipular las tasas de interés tanto en el mercado de dinero como el de bienes. Tristemente, en la mayoría de las aulas de los estudiantes de economía, se sigue enseñando el esquema IS-LM. Bernanke, Krugman, Stiglitz y compañía, han sido víctimas de este engaño macroeconómico. Muy bien les haría repasar a los clásicos de la ciencia económica, y por supuesto, a la escuela austriaca de economía.

Deberían de leer (ó releer en su caso) a gigantes de la economía de la talla de David Hume. De acuerdo a Hume, las variaciones de la oferta monetaria afectan a las variables nominales, pero no a las reales. Pongámoslo en términos sencillos. Cuando el banco central duplica la oferta monetaria, el nivel de precios se duplica, incluyendo al precio del factor trabajo, el salario. Pero estamos hablando en términos nominales. La cruda realidad es que variables reales como la producción, el empleo, los salarios (que para los trabajadores lo importante es suba el poder adquisitivo, y ello sólo es posible si sube el salario real y no el nominal que no descuenta la inflación existente) y los tipos de interés reales No varían. A largo plazo el dinero es neutral, es decir, no ejerce efecto alguno sobre variables reales. Esto es lo que le cuesta trabajo aceptar a los neokeynesianos que se dejan llevar por la econometría cortoplacista en donde el dinero aparece como no neutral (los cambios monetarios sí tendrían efecto sobre las variables reales).

La mejor política monetaria es aquella en donde la liquidez aumenta conforme aumentan las transacciones de los agentes económicos. Así las cosas, la política monetaria no debe tener como función el sacar del hoyo a las economías como lo pretende Bernanke, sino preservar el valor del poder adquisitivo de la moneda que propicie un ambiente estable en los negocios para que la economía pueda crecer.

Lamentablemente el mandato constitucional de la FED de preservar el poder adquisitivo, se acompaña de otro perverso, fruto del desastre de 1929, que es el de mantener a toda costa el crecimiento económico. Así, el ciclo económico se ha peligrosamente empatado con el contexto político-electorero, en donde la expansión del crédito de la FED en más de una ocasión ha respondido a las presiones de los políticos de mantener inundada de dinero a la economía para que la gente no se de cuenta de las pifias burocráticas. Al final sucede, la gente puede hasta perder la chamba, pero es más fácil culpar de esto al “capitalismo salvaje,” a “la globalización,” al “calentamiento global” ó a las “ambiciones despiadadas de las trasnacionales.” Para la gente puede más el análisis ramplón que el riguroso. De eso sacan jugo los políticos y uno de sus instrumentos favoritos son los bancos centrales.

No se entiende, el crecimiento es producto de que las empresas generan riqueza en un contexto de estabilidad de precios. El problema es por el lado de la oferta agregada, no por el de la demanda. Querer tercamente que la política monetaria estimule el crecimiento económico es sólo una vil mentira, una manera de drogar monetariamente a la economía. Al final los ciudadanos pagan la resaca.

Bernanke ha expresado que ahora es el turno de la política fiscal. No sé, con un déficit fiscal que al cierre de este año se estima cerrará en cerca de 10%, ¿De donde sacarán recursos? ¿Más impuestos? Pueden hacerlo expoliando a los consumidores propios y del resto del mundo, pero es muy arriesgado, pues la confianza en el dólar en medio de una estanflación sí podría verse mermada. Por lo pronto, Obama, ya anuncio que gastará cerca de un billón de dólares para “estimular” a la economía. Si ese es el camino, regresaremos a los años de Carter, en donde inflación, desempleo y nulo crecimiento económico estaban a la orden del día. La única esperanza que albergo es sobre algunos de los asesores de Obama.

Ya veremos el próximo año. Por lo pronto el horizonte se ve negro. Aún así, felices fiestas navideñas amigo lector.