domingo, 23 de noviembre de 2008

Prostituyendo al capitalismo

El hecho de que empresas privadas, verdaderos gigantes trasnacionales, pidan al gobierno estadounidense que las rescate no es más que el veneno marxista que liquida y prostituye a los mercados libres. Desde hace varias semanas las empresas principales automotrices de EU están cabildeando en el Congreso el recibir un crédito millonario para “sobrevivir.” Hasta el momento de escribir este artículo, el gobierno norteamericano ha respondido con escepticismo e incredulidad. Ojalá no se traguen el cuento de las automotoras.

En alguna ocasión un manager leyenda de Chrysler, Lee A. Iacocca, redujo su salario anual a 1 dólar (se trataba claro de un acto simbólico), y pidió al resto de ejecutivos y trabajadores de la empresa que ajustaran y sacrificaran parte de sus salarios para salvar a su empresa. Se inició una reestructuración que al menos en los años ochentas, salvó a la empresa (Iacocca es el padre de la Minivan que levantó las alicaídas ventas del consorcio automotriz) y la puso nuevamente en las grandes ligas competitivas. Luego vino la fusión con Daimler y se cometieron errores que hoy está pagando Chrysler. Esa es otra historia.

El punto es que uno de los espíritus que mueve al capitalismo como sistema económico superior es el del error, el de la corrección, el de la destrucción creativa que permite a las empresas evolucionar hacia nuevas e innovadoras formas de producción. En el camino, claro, hay errores y caídas. Los estatistas nos atacan a los liberales argumentando que dogmáticamente creemos en la perfección de los mercados. Ignorancia de nuestros estatistas.

Los mercados son ensayo y error. Sí, además de aciertos y éxitos, hay errores y excesos que se cometen, pues ante todo la esencia del capitalismo es la actuación humana (imperfecta por naturaleza), que acierta, yerra y corrige. De ahí que la destrucción creativa que Shumpeter señaló es lo que lleva a que después de los ajustes, sobrevengan nuevas preferencias e innovaciones. El proceso de destruir lo obsoleto, lo viejo, lo inservible, es lo que llevó a EU a ser la potencia dominante del siglo XX.

La esencia del éxito capitalista radica en la libertad inherente de intercambio, la libertad de acumular, ahorrar e invertir que se soporta en sólidos derechos de propiedad (derecho a poseer, usufructuar y transferir un bien).

Lee A. Iacocca llamó en su momento a corregir, a innovar y no a pedirle “ayuda de gorra” al gobierno. Como diría mi padre, actuó no como cachuchero, sino como capitalista responsable que se somete al cambio so pena de desaparecer de no hacerlo.

Hoy, con el desastroso liderazgo político de Bush, algunos capitalistas buscadores de rentas quieren escudarse en las patrañas de siempre, en la “defensa del empleo,” en la “contribución impositiva,” etc. Ahí están pues las grandes automotoras que en vez de enfrentar sus errores, de corregir sus canibalescos contratos sindicales, buscan el dinero fácil de los contribuyentes. Ya veremos si son capaces de prostituir al capitalismo estadounidense (ya de por sí golpeado).

La terquedad de la comisión de cambios

Y se sigue inyectando dólares al mercado cambiario, y nada más no hay respuesta positiva para el peso. Ya han metido las autoridades 14 mil millones de dólares para defender como perros al peso, y nada, ya hay que dar 14 unidades del mismo por un billete verde. Nuevamente no entienden, los burócratas jamás le ganaran desde un escritorio a la formación de precios que millones de personas determinamos en el mercado.



domingo, 16 de noviembre de 2008

¿Más Estado y menos mercado?

Para cuando el lector lea este artículo, ya habrá escuchado al Presidente en la cumbre del G-20, en Washington, y no recibirá sorpresa alguna. Si alguna duda había, al menos yo ya la despejé, Felipe Calderón quiere emular a Luis Echeverría, y no me refiero sólo a su populismo fiscal, sino a su actitud hacia las instancias internacionales. Ahí está Calderón llamando a “los no alineados del tercer mundo,” ahí está Calderón diciendo que el Estado debe ser el rector de la economía (¡caray!, creí que ese discurso rancio priísta ya lo habían superado los políticos mexicanos) y que el “mercado debe ser intervenido ampliamente para evitar sus excesos.” No “pos sí,” con ese discurso, como atinadamente comentó un periodista, mejor Calderón hubiera enviado a la cumbre como su representante a López Obrador.

En fin que ya seguro estará Calderón hablando como merolico en la cumbre sobre el énfasis en políticas fiscales populistas (elegantemente llamadas contracíclicas), en la mayor intervención gubernamental y en general de mayor sometimiento de la libertad económica a papá gobierno. Estatismo al más puro viejo estilo priísta.

Por otro lado, las autoridades hacendarias han expresado que no hay problema financiero de corto plazo, que hay coberturas para el próximo año contra la caída del precio del petróleo. Yo creo que las cuentas no le cuadran a Hacienda. Si no hay problema, entonces ¿por qué el próximo año el gobierno se endeudará más tanto interna como externamente? ¿Por qué están reacios a bajar la gasolina cuando en EU también ha caído? ¿Por qué el subsidio al consumo de electricidad bajó súbitamente y el precio de la misma se disparó?

Asimismo, el Secretario presumió que tan sólo en el período calderonista (a sólo dos años) el gasto público ha crecido 30%, caso sin precedente. ¿Acaso el Secretario como el Presidente creen que el gasto creciente y deficitario es el motor del desarrollo económico? Si es así que peligroso, pues se están moviendo sobre tierra pantanosa. Guardando las proporciones, en el período de Echeverría y López Portillo se establecieron agresivas políticas keynesianas y el resultado fue endeudamiento y devaluación. Ciertamente hoy las cifras macroeconómicas son distantes a las de ese período, pero el comienzo populista es el mismo, la inútil creencia de que se puede ir contra el ciclo mundial de los negocios.

Lamentablemente en estas crisis suele confundirse por ignorancia ó mala fe las causas de las mismas y por tanto se apela al Estado como el salvador de los mercados. Eso es una verdadera falacia. Las malas prácticas en los mercados privados son efecto de las llamadas fallas de gobierno (reglas malas que no definen ni defienden adecuadamente los derechos de propiedad, monopolios como el Banco Central y populismos como créditos blandos, subsidios generalizados, etc.).

Le recuerdo al Secretario de Hacienda lo siguiente: Estudios académicos serios (como doctor en economía debe conocerlos) ofrecen interesantes razones por las cuales existe una relación negativa entre el tamaño del gobierno y el crecimiento económico: 1) el mayor gasto público impone, con su financiamiento, una carga tributaria más elevada en la economía; 2) conforme el Estado crece, su productividad decrece; es decir, las erogaciones públicas son destinadas cada vez más a quehaceres con menor rentabilidad social; 3) la expansión del Estado en los mercados obstaculiza e incluso sustituye a la actividad productiva del sector privado; 4) conforme el gobierno se expande, sus recursos son objeto de redistribución y se reduce su rentabilidad social. La evidencia también señala que cuanto mayor es el tamaño del gobierno, medido por el gasto público total a PIB, más se aleja de sus tareas esenciales, y menor es el crecimiento del PIB de las naciones. En estos estudios se ha podido estimar con eficiencia que, por ejemplo, por cada 10 puntos porcentuales que el gobierno aumenta el gasto público, el crecimiento económico (que es el que crea empleos productivos), se reduce hasta en un punto porcentual.

Así las cosas, lo menos que se debe presumir es el impresionante crecimiento del gasto público.

La cumbre

Para cuando escribo este artículo, apenas comienza la cumbre G-20. Aún así me atrevo a jugarle al mago conociendo que en estas reuniones casi siempre se impone la demagogia. Para empezar, si quieren mejorar el funcionamiento y transparencia de los mercados financieros, lo primero que debe reformarse es el funcionamiento de los bancos centrales, que se centren exclusivamente en el control de la inflación; lo ideal sería retornar al patrón oro, pero eso lo veo difícil, pues le quitaría el poder a los gobiernos gastalones y populistas y no creo que lo permitan. Por otro lado, de una vez por todas sería bueno que el gobierno impulse leyes que limiten el riesgo moral, en donde quede claro que quienes arriesgan asumen sus costos, que quienes pierden no serán rescatados por los contribuyentes. Finalmente, un señalamiento importante sería exigir destrabar el comercio internacional derrumbando las barreras arancelarias y no arancelarias (eso es lo único prudente que he oído de Calderón). En fin que lamentablemente no creo que haya grandes avances como no sea la creación de nuevas monstruosas burocracias al estilo del FMI y el Banco Mundial.



domingo, 9 de noviembre de 2008

EL RIESGO

Por estos días de crisis se está usando muy a la ligera la palabra regulación. Que si hay que regular más a los mercados de capital, que si hay que regular más a los bancos, que si hay que regular más a las calificadoras, que si hay que regular más a los derivados, que si hay que regular más al “capitalismo salvaje” y en general afirmaciones que pecan de desinformación y/o de mala intención.

En primer lugar hay que entender que es una estupidez regular a los que toman riesgos. De hecho, es esta virtud humana (que no tienen todos los seres humanos), éste talento de algunos lo que ha consolidado al capitalismo como el sistema económico más poderoso y eficiente y que ha hecho posible que millones de personas salgan de la pobreza absoluta. En el capitalismo, gracias a los que se arriesgan, gracias a los que van más allá de la vida rutinaria, gracias a los que sueñan, gracias a los que superan al promedio, gracias a los que desean dar antes de recibir, gracias a los que quieren ganar más, es que el capitalismo se consolidó en EU y convirtió a este país en la primer potencia económica del siglo XX con una predominante clase media y un grupo de virtuosos emprendedores.

Si no hubiera capital de riesgo, no habría sido posible el nacimiento y consolidación de gigantes como Microsoft, Yahoo, You tube, Wal Mart, Mc Donald’s ó Google. Estos grandes ejemplos de grandeza humana, de toma de riesgos, de apuesta a ganar, simplemente son inexistentes en nuestro capitalismo estatista-mercantilista latinoamericano.

¿Quién limita y termina por aplastar a la libertad humana inherente en el capitalismo? Los políticos y burócratas socialistas que odian que unos sean mejor que otros, que odian que haya quien gane millones, que odian la excelencia y, en cambio, desean que todos los seres humanos estén en el “justo medio” en la mediocridad absoluta. Ahí está la mediocridad que caracterizó a los regímenes comunistas, en dónde la innovación estuvo siempre ausente.

Tristemente, cuando la culpa de la actual crisis financiera mundial son las medidas erróneas de política pública, se culpa al sistema más exitoso de todos los tiempos, ese que el propio Marx reconocía como el más eficiente y poderoso, ese que propicio el nacimiento de una burguesía que rompió los candados de los esclavos del feudalismo.

No, definitivo, la toma de riesgos no se debe limitar ni regular. Lo que se debe garantizar es que quien pierda asuma sus propios riesgos, que quien pierda no sea rescatado por otros, que quien pierda respete los derechos de propiedad de terceros. Ese fue el capitalismo que predominó en el siglo XIX en EU, en dónde estaban totalmente ausentes los bancos centrales, hipotecarias estatales, esquemas estatistas educativos y de salud, sobre regulaciones bancarias y bursátiles, y en general toda la intervención estatal fuera de proteger los derechos a vivir, a ser libre y a poseer bienes privados de las personas.

Hoy vemos un capitalismo “prostituido” por los políticos, que defienden a capa y espada que el ser humano es excesivamente ambicioso por naturaleza y por ello el Estado debe detener esta “ambición perversa.” Vaya estupidez. Alguien que innova, que crea riqueza para millones, que conquista nuevos mercados está lejos de ser ese perverso enfermo ambicioso que afirman los gubernamentólatras. Confunden a la grandeza humana de toma de riesgos con la vulgar delincuencia de algunos humanos, ciertamente enfermos (yo diría sin la educación apropiada) que roban y/o asesinan a otros para despojarlos de sus bienes.

Hay buenos y malos hombres de negocios, con y sin ética, pero estas situaciones no tienen que ver con la condena socialista a la libertad que da el capitalismo. Recordemos, para aquellos atarantados que hoy quieren revivir a Marx, que los crímenes más horrendos han sido cometidos por las dictaduras comunistas en donde la libertad es aplastada, en donde la libertad es mancillada y manipulada a favor de los poderosos burócratas comunistas.

La evidencia es contundente, en dónde se coarta la libertad, en dónde se suprimen los derechos de propiedad, sobreviene la hambruna, la pobreza y el subdesarrollo. Ahí está Cuba, Ahí está Corea del Norte, Venezuela ó Bolivia.

Qué tristeza me da oír a bisoños hablando de regular. Que tristeza me da oír condenas contra la libertad económica.

El riesgo es esa posición que a veces lleva a la banca rota, pero que también es el resorte de grandes inventos y conquistas humanas. No debemos limitar el riesgo, sino hacerlo una cultura, en dónde quede claro que las pérdidas ó ganancias se circunscriben a quienes lo corren.

Que el Estado rescate a los quebrados, otorgue créditos a los perdedores, avale a las empresas, proteja y subsidie a los agentes económicos ineficientes, es totalmente ajeno al espíritu emprendedor y tomador de riesgos que caracteriza al sistema capitalista de libre mercado.

Ojalá la actual crisis limite el riego moral y castigue-no premie- a quien asume riesgos contra terceros.

Ya veremos si el Próximo Presidente de EU, Barack Obama (quien se arriesgó-otro ejemplo de riesgo- y no siendo blanco conquistó su llegada a la Casa Blanca), está a la altura de las circunstancias, y ante los grandes desafíos que enfrenta EU, no termina eliminando, matando la toma de riesgos que hizo a EU el país líder en innovaciones en el siglo XX. Ya veremos.