domingo, 24 de agosto de 2008

LA GUERRA CONTRA GEORGIA

Como todos saben, unos días atrás Rusia lanzó una contundente y despiadada ofensiva contra Georgia, país aliado de los Estados Unidos, que lo acompañó en la aventura de Irak, enviando tropas adiestradas por los marines.
Los líderes de Georgia presentían, o mejor dicho veían en forma directa, el enorme peligro que implicaba ser un país pequeño al lado de un gigante autoritario como Rusia, que además todavía parece añorar y querer rememorar sus tiempos imperialistas.
Debido a esta certeza fue que la dirigencia georgiana promovió un claro acercamiento a los Estados Unidos, con la intención de ingresar bajo el paraguas protector de la OTAN. De ahí que su pequeño ejército haya sido entrenado intensivamente durante los últimos años por expertos estadounidenses, y de ahí también los esfuerzos y el progreso democrático de Georgia.
Queda claro que se trata de un país pequeño y pobre, pero el sentido del rumbo que estaba tomando era claramente favorable a la integración mundial, el desarrollo y la democracia. Después de todo, la OTAN sigue exigiendo fuertes estándares de institucionalidad y estabilidad para autorizar el ingreso.
Quizás como una forma de alentar esta transición, Georgia venía cooperando fuertemente con occidente para aumentar su producción petrolera. Esto no sólo significaba un impulso importante para su desarrollo, otorgándole importantes divisas, sino que además favorecía su independencia con respecto a Moscú.
Claro que los rusos no querían saber nada de la integración de Georgia a la OTAN, de su independencia económica y acercamiento a occidente. Preferían, al contrario, mantener el control económico sobre su pequeño vecino, basado en la dependencia de Georgia del gas ruso a falta de otro socio y fruto del escaso aprovechamiento de su potencial petrolífero.
De esta forma, Rusia no sólo hacía un negocio fantástico por su virtual monopolio en el suministro energético, sino que además controlaba económicamente a un país que, para las jerarquías moscovitas, jamás debió haberse separado de su vecino.
Sin embargo, este status quo favorable a Rusia, como ya indiqué, estaba siendo fuerte y crecientemente amenazado por la atrevida política exterior georgiana. Incluso provincias o grupos separatistas, como en el caso de Chechenia, le generaban grandes inconvenientes, lo que reducía su autoridad y capacidad de influencia sobre la petrolífera región del Cáucaso.
El sólo hecho de imaginarse un incremento de la influencia y el poderío georgiano, representando encima los intereses occidentales, sumado a la inestabilidad creciente de la región, hacía que a la jerarquía rusa se le pusieran los pelos de punta. Hubo, sin embargo, dos hechos que cambiaron el horizonte.
El primero fue la Guerra de Irak, que hizo que Estados Unidos, demasiado confiado en su poderío militar, quedara prácticamente sin fuerzas disuasorias para mantener el orden o aunque sea proteger a sus aliados en la región.
El segundo, fue la inusitada suba del precio del petróleo, lo que le dio un impulso económico a Rusia, dejando grandes cantidades de frescas divisas en las arcas estatales, aliviando su situación y permitiéndole, aunque sea ilusoriamente, recobrar la confianza militar y geoestratégica que había perdido desde la caída del Muro de Berlín.
La decisión no se hizo esperar, y Rusia profundizó su política exterior destinada a, entre otras cosas, recuperar la estabilidad y el control del Cáucaso. Primero fue la brutal pacificación de Chechenia. Luego, la invasión y el amedrentamiento de un pueblo que soñaba con la libertad, la democracia y el desarrollo, como lo es Georgia.
Quizás surjan tres grandes lecciones para los Estados Unidos de todo esto: 1) ya no puede negar su necesidad de una fuerte cooperación con Europa, 2) sus fuerzas son por mucho las más poderosas del planeta, pero siempre es sensato y prudente no iniciar guerras innecesarias, y 3) Rusia no es ni será jamás la Unión Soviética, pero luego de leves reformas y de que entre la nomenclatura del Partido Comunista se repartieran las bienes estatales, el comunismo fue reemplazado por una especie de nacionalismo ruso, sostenido por los mismos intereses y en muchos casos por las mismas personas que antaño trabajaban para la burocracia comunista, lo que dio origen a un régimen autoritario, más preocupado por su presencia y poderío en el extranjero que por crear las condiciones internas que favorezcan la democracia y el desarrollo.
Georgia es el ejemplo de la clase de injusticias a las que puede llevar el descuido estratégico de los Estados Unidos, país que tiene en sus manos el destino de buena parte del planeta, y que no puede darse el lujo de mirar para otro lado o creer que ya no posee enemigos estatales que se animen a hacerle frente.

Rafael Eduardo MichelettiTel: (0341) 156-916835Alvear 464, Rosariowww.rafamicheletti.blogspot.com

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