miércoles, 24 de junio de 2009

EL VOTO NULO

El voto nulo ¡va!
En unas cuantas semanas el movimiento ciudadano espontáneo por anular el voto, como una protesta contra la partidocracia, ha crecido como una avalancha.
Es importante recodar: NO se trata de abstenerse, de no ir a las casillas. De lo que se trata es de anular el voto, escribiendo en las boletas leyendas como: ¡Libertad de expresión en radio y TV!, ¡No más diputados plurinomionales!, ¡Reelección de diputados!, , ¡Sí a candidatos independientes!, ¡Ni un peso a los partidos políticos!, ¡Basta /10!, ¡Seguridad ahora!, ¡No más impuestos!
Otra cosa por recordar es que hay es llevar sus propios marcadores, plumines o etiquetas ya escritas, pues las crayolas de las casillas no sirven para el propósito
Tercer punto a considerar: el 5 de julio es apenas el inicio de un movimiento ciudadano que deberá crecer y crecer hasta derrocar a la partidocracia y establecer una democracia genuina.

REFORMA 20 Jun. 09
La ola
Jaime Sánchez Susarrey
Uno de los efectos del voto nulo podría ser el de una escoba que elimine parte de la pedacera política que no tiene alguna función positiva y sólo sirve a sus intereses
No, no es cierto. El voto nulo no es una "jalada". Tampoco es verdad que tendrá efectos nulos. Se trata, en primer lugar, de un derecho y de una obligación. El ciudadano que no se siente representado ni simpatiza con ningún partido debe anular su voto. Las variantes son muchas: tacharlo todo, votar por un candidato independiente, dejarlo en blanco o inscribir una leyenda (¡Basta/10!). Todas expresan el hartazgo ciudadano y son completamente legítimas.
El efecto del voto nulo será completa y absolutamente tangible. Por una parte funcionará como un voto escoba. Los partidos pequeños deben obtener un 2 por ciento -o más- de la votación para mantener su registro. Ese porcentaje se calculará sobre el total de los votos emitidos -incluidos todos y cada uno de los votos nulos- el próximo 5 de julio. Por eso la anulación del voto hará más difícil que la pedacera conserve su registro y más de alguno desaparecerá.
Según la encuesta de Reforma (17/06/09), en esa tesitura están el Partido del Trabajo (3 por ciento de intenciones de voto), Convergencia y Nueva Alianza (2 por ciento respectivamente) y el Partido Socialdemócrata (1 por ciento). Para evaluar el efecto de esta depuración hay que referirse a dos datos: el Partido Verde, el PT, Convergencia, Nueva Alianza y PSD absorben mil 309 millones de pesos de los 3 mil 633 millones que el IFE destina a los partidos. Y, además, ocupan 20 por ciento del tiempo oficial en los medios electrónicos.
Pero el efecto escoba del voto nulo va más allá del ahorro en los recursos públicos. La pedacera no tiene ninguna función positiva. Se trata, en todos los casos, de negocios corporativos (Nueva Alianza de Elba Esther Gordillo), familiares (el Partido Verde propiedad de los González Torres), caciquiles (Convergencia de Dante Delgado) o mafiosones (el PT de Alberto Anaya). Ninguno tiene un proyecto definido ni contribuye a la pluralidad democrática.
Por otra parte, el voto nulo tendrá un efecto sobre la partidocracia. En este caso, como se decía hace muchos años, el medio es el mensaje. La anulación del voto expresa, en sí, una crisis del sistema de representación. Pese a los ocho partidos existentes, hay millones de ciudadanos que se saben no representados y que están hartos de los abusos y la voracidad de todas las formaciones políticas, pero particularmente de las tres grandes. La clase política, o al menos los sectores más lúcidos, no podrá obviar ni subestimar ese malestar ciudadano.
La velocidad del contagio ha puesto ya la anulación del voto en el centro del debate político. Es importante, por lo mismo, medir las dimensiones del fenómeno. El padrón electoral está integrado por 78 millones de electores. Según la encuesta de Reforma ya citada, el 39 por ciento tiene la intención de votar el próximo 5 de julio, esto es, 30 millones 420 mil ciudadanos se presentarían en las urnas.
Y aquí viene lo verdaderamente importante: el 15 por ciento de esos votantes probables ha considerado anular su voto por no sentirse satisfecho con ninguno de los partidos políticos. Lo primero que salta a la vista es la dinámica del movimiento o, como ya dije, la velocidad del contagio. En mayo los anulacionistas sumaban un 10 por ciento. Nivel notablemente alto, porque nunca había habido un movimiento de esta naturaleza. Pero lo que tiene verdaderamente aterrada a la clase política es que en tres semanas se haya registrado un incremento del 50 por ciento.
¿De cuántos ciudadanos estamos hablando entonces? El 15 por ciento de los 30 millones que piensan acudir a las urnas equivale a 4 millones 563 mil electores. ¿Son muchos o son pocos? Si se les compara con los 25 millones 857 mil que votarían por algún partido no son demasiados. Pero semejante correlación deja de lado lo fundamental. Estos ciudadanos son jóvenes en su mayoría, están bien informados y han encontrado una vía para expresar su inconformidad.
El fenómeno no es menor ni tiene precedente. Hasta ahora internet ha sido el medio para tejer redes ciudadanas. De aquí al 5 de julio el movimiento podría expandirse aún más. La gran incógnita es si efectivamente estos ciudadanos saldrán a votar. Si lo hacen y la anulación del voto ronda el 15 por ciento, cimbrarán al sistema político. Será un pequeño tsunami. Ningún partido ni ningún político podrá cerrar los ojos ni los oídos. Por lo demás, es muy probable que la ola siga creciendo en los próximos días.
Por eso hay que repetir una y otra vez: es completa y absolutamente falso que el voto nulo tendrá efectos nulos. Quienes promueven esta idea están aterrados, quieren detener el movimiento, o se resisten a reconocer la realidad. La ola ya está aquí y va en aumento. El solo hecho de que el debate esté girando en torno de la anulación del voto constituye una victoria. Pero no es suficiente. El impacto dependerá de que el hartazgo ciudadano se manifieste y se concrete en las urnas. Por eso hay que acudir a las casillas y anular el voto.
La oportunidad es única. Sería imperdonable dejarla pasar. El voto nulo es el instrumento de un movimiento civil, pacífico y responsable. Está al alcance de todos y cada uno de los ciudadanos. No hay que desperdiciarlo. Hay que dar el primer paso este 5 de julio para marcar, luego, la agenda de la nueva reforma electoral.
El objetivo es claro: limpiar la casa, acotar a la partidocracia, abrirle cauces a la participación ciudadana y defender el derecho a la libertad de expresión e información. Parafraseando a José Martí deberíamos decir y escribir por todas partes: ésta es la hora de los ciudadanos y no habrá de verse más que luz.
(Visita la página www.basta10.com).

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