domingo, 16 de noviembre de 2008

¿Más Estado y menos mercado?

Para cuando el lector lea este artículo, ya habrá escuchado al Presidente en la cumbre del G-20, en Washington, y no recibirá sorpresa alguna. Si alguna duda había, al menos yo ya la despejé, Felipe Calderón quiere emular a Luis Echeverría, y no me refiero sólo a su populismo fiscal, sino a su actitud hacia las instancias internacionales. Ahí está Calderón llamando a “los no alineados del tercer mundo,” ahí está Calderón diciendo que el Estado debe ser el rector de la economía (¡caray!, creí que ese discurso rancio priísta ya lo habían superado los políticos mexicanos) y que el “mercado debe ser intervenido ampliamente para evitar sus excesos.” No “pos sí,” con ese discurso, como atinadamente comentó un periodista, mejor Calderón hubiera enviado a la cumbre como su representante a López Obrador.

En fin que ya seguro estará Calderón hablando como merolico en la cumbre sobre el énfasis en políticas fiscales populistas (elegantemente llamadas contracíclicas), en la mayor intervención gubernamental y en general de mayor sometimiento de la libertad económica a papá gobierno. Estatismo al más puro viejo estilo priísta.

Por otro lado, las autoridades hacendarias han expresado que no hay problema financiero de corto plazo, que hay coberturas para el próximo año contra la caída del precio del petróleo. Yo creo que las cuentas no le cuadran a Hacienda. Si no hay problema, entonces ¿por qué el próximo año el gobierno se endeudará más tanto interna como externamente? ¿Por qué están reacios a bajar la gasolina cuando en EU también ha caído? ¿Por qué el subsidio al consumo de electricidad bajó súbitamente y el precio de la misma se disparó?

Asimismo, el Secretario presumió que tan sólo en el período calderonista (a sólo dos años) el gasto público ha crecido 30%, caso sin precedente. ¿Acaso el Secretario como el Presidente creen que el gasto creciente y deficitario es el motor del desarrollo económico? Si es así que peligroso, pues se están moviendo sobre tierra pantanosa. Guardando las proporciones, en el período de Echeverría y López Portillo se establecieron agresivas políticas keynesianas y el resultado fue endeudamiento y devaluación. Ciertamente hoy las cifras macroeconómicas son distantes a las de ese período, pero el comienzo populista es el mismo, la inútil creencia de que se puede ir contra el ciclo mundial de los negocios.

Lamentablemente en estas crisis suele confundirse por ignorancia ó mala fe las causas de las mismas y por tanto se apela al Estado como el salvador de los mercados. Eso es una verdadera falacia. Las malas prácticas en los mercados privados son efecto de las llamadas fallas de gobierno (reglas malas que no definen ni defienden adecuadamente los derechos de propiedad, monopolios como el Banco Central y populismos como créditos blandos, subsidios generalizados, etc.).

Le recuerdo al Secretario de Hacienda lo siguiente: Estudios académicos serios (como doctor en economía debe conocerlos) ofrecen interesantes razones por las cuales existe una relación negativa entre el tamaño del gobierno y el crecimiento económico: 1) el mayor gasto público impone, con su financiamiento, una carga tributaria más elevada en la economía; 2) conforme el Estado crece, su productividad decrece; es decir, las erogaciones públicas son destinadas cada vez más a quehaceres con menor rentabilidad social; 3) la expansión del Estado en los mercados obstaculiza e incluso sustituye a la actividad productiva del sector privado; 4) conforme el gobierno se expande, sus recursos son objeto de redistribución y se reduce su rentabilidad social. La evidencia también señala que cuanto mayor es el tamaño del gobierno, medido por el gasto público total a PIB, más se aleja de sus tareas esenciales, y menor es el crecimiento del PIB de las naciones. En estos estudios se ha podido estimar con eficiencia que, por ejemplo, por cada 10 puntos porcentuales que el gobierno aumenta el gasto público, el crecimiento económico (que es el que crea empleos productivos), se reduce hasta en un punto porcentual.

Así las cosas, lo menos que se debe presumir es el impresionante crecimiento del gasto público.

La cumbre

Para cuando escribo este artículo, apenas comienza la cumbre G-20. Aún así me atrevo a jugarle al mago conociendo que en estas reuniones casi siempre se impone la demagogia. Para empezar, si quieren mejorar el funcionamiento y transparencia de los mercados financieros, lo primero que debe reformarse es el funcionamiento de los bancos centrales, que se centren exclusivamente en el control de la inflación; lo ideal sería retornar al patrón oro, pero eso lo veo difícil, pues le quitaría el poder a los gobiernos gastalones y populistas y no creo que lo permitan. Por otro lado, de una vez por todas sería bueno que el gobierno impulse leyes que limiten el riesgo moral, en donde quede claro que quienes arriesgan asumen sus costos, que quienes pierden no serán rescatados por los contribuyentes. Finalmente, un señalamiento importante sería exigir destrabar el comercio internacional derrumbando las barreras arancelarias y no arancelarias (eso es lo único prudente que he oído de Calderón). En fin que lamentablemente no creo que haya grandes avances como no sea la creación de nuevas monstruosas burocracias al estilo del FMI y el Banco Mundial.



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